El día que Erasmo Carlos me esperó 24 horas

 Después del episodio tragicómico (para mí solo trágico) de la cobertura del show de Guns N 'Roses en Florianópolis, contado en detalle en este blog hace unos meses, les traigo otro capítulo aterrador de mi corta carrera como reportera de cultura. Se trata del día que entrevisté a Erasmo Carlos por teléfono. ¿Excitante? ¿Emocionante? Quizás para vos.

Sorprendentemente, las entrevistas telefónicas me ponían aún más nerviosa que las que hacía en persona. Y, para mi consternación, la mayoría de las conversaciones que tenía con artistas de fuera del estado de Santa Catarina eran a través de ese medio. Esto se debía a que las notas tenían que salir antes de los shows, preferiblemente en la misma fecha, por lo que las entrevistas deberían realizarse unos días antes.

Erasmo Carlos iba a hacer un recital en un esquema más o menos privado en Florianópolis. Una empresa lo había contratado para tocar para sus empleados, pero como no eran tontos ni nada, también vendieron entradas para ayudar a pagar el valor del show, que probablemente era un poco salado. Erasmo no había lanzado nada, no estaba de gira y viajaría solo para ese recital. Al menos eso es lo que recuerdo, porque estuve en el evento y fue muy raro, parecía una fiesta de graduación de pedagogía, pero esa no es la historia.

Cuando mi editora me informó amablemente que tendría que entrevistar a Erasmo Carlos, inmediatamente me quedé paralizada en el tiempo y el espacio. Ni siquiera sabía cómo o cuándo sería la entrevista, pero en ese momento mi vida ya estaba completamente arruinada hasta que todo terminara. Ni siquiera era fan de Erasmo, me gustaban algunas canciones y admiraba su carrera, pero lo que me hizo cagarme en cima fue quién era él. Su importancia. Era como hablar con Jesucristo. No merecía entrevistar a Erasmo Carlos, por el amor de Dios, ¿por qué no pudieron conseguir que alguien más hiciera eso? Pero no, sería yo misma.

En la redacción del diario teníamos un problema que nadie entendía por qué sucedía, pero los teléfonos no hacían llamadas al prefijo 21. No era un gran problema para el resto de los reporteros, porque rara vez hacían llamados para fuera del estado, ya que el periódico era regional. Pero en la sección de cultura claramente necesitábamos llamar a donde vivían los músicos que iban a presentarse en Florianópolis. Cuando alguien necesitaba llamar a Río de Janeiro, tenía que usar uno de los celulares que siempre circulaban por la redacción.

Me comuniqué con la oficina de prensa de Erasmo por mail y me dieron el día, la hora y el teléfono al que debía llamar para hablar con él. Un número con prefijo 21, obviamente. Ese día llegué al diario sudando frío, como siempre ocurría antes de una entrevista de ese nivel. Había pasado los últimos días investigando toda su vida y preparando preguntas que no me hicieran parecer una imbécil, para variar. Diez minutos antes de la hora acordada, agarré uno de los celulares y me metí en una salita. Odiaba que la gente me escuchara entrevistar por teléfono, pero la sala no siempre estaba disponible. Afortunadamente, en ese momento lo estaba.

Marqué el número y atendió una mujer.

— Hola, buenas tardes. Soy Juliete del diario Notícias do Dia, de Florianópolis. Tengo una entrevista con Erasmo.

— Hola, Juliete. ¿Todo bien? — Respondió la mujer. — Escucho que la llamada se corta un poco, pero le paso el teléfono de todos modos. Si se pone demasiado difícil, intentá llamar de nuevo, ¿puede ser?

Estuve de acuerdo y le di las gracias. En menos de cinco segundos Erasmo ya había contestado el teléfono. Ni siquiera tuve decir mi nombre, él ya lo sabía y empezó saludándome como si fuera mi viejo tío. Hice la primera pregunta con la boca seca y me pidió que la repitiera porque la llamada se cortaba. Pregunté de nuevo, pero el problema persistió.

— ¿No quieres volver a llamar? ¿Estás hablando de un celular? — Preguntó desde el otro lado.

No tuve más remedio que explicarle el pequeño problema que teníamos en la redacción con el prefijo 21.

— Entonces hagamos lo siguiente. Pasamos la entrevista para mañana a la misma hora, ¿podrás conseguir un teléfono para llamar?

No tenía idea de cómo iba a conseguir un teléfono para llamarlo en 24 horas, pero ese era un problema que mi editora tendría que resolver. Dije que sí, claro, mañana vuelvo a llamar.

Salí corriendo de la salita y le expliqué a mi editora lo que acababa de suceder. Ella tenía la solución al problema en la punta de la lengua. Había un solo teléfono en aquel conglomerado de comunicaciones que hacía llamadas a Río de Janeiro. Era el teléfono de la oficina del director de la empresa, que estaba en el edificio de la TV, uno mucho más moderno, a pocos metros del diario. Luego me pasó el número de teléfono de la secretaria del director para que pudiera arreglar para ir allí al día siguiente.

Todo muy bien para el segundo intento de entrevistar a Erasmo Carlos. Todo muy mal para mí, que había perdido otra noche de sueño no prevista en mi agenda de sufrimiento. Veinte minutos antes, salí al edificio de la TV, me anuncié en la recepción y la chica dijo que podía pasar. Me dio las coordenadas y finalmente llegué a la antesala del director, donde estaba su secretaria. No sabía qué esperar. No sabía si iría a la oficina del director, si lo vería, si me sentaría en su silla y usaría su propio teléfono.

Cuando entré, la secretaria ya sabía quién era yo, dijo que podía sentarme y señaló el teléfono, en la esquina de su escritorio. Tendría que entrevistar a Erasmo Carlos mirándole a la secretaria del director de la empresa. Las cosas nunca eran cómodas para mí.

Marqué el número y respondió la misma mujer del día anterior.

— ¡Hola, Juliete! ¡Ahora se escucha bien! Se lo pasaré a él.

Tan rápido como el primer intento, Erasmo responde.

— ¡Hola, Juliete! Finalmente, ¿eh? Esperé 24 horas para hablar contigo, ¿viste?


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