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Kanye y Donda |
Después de semanas de digerir Jeen-Yuhs, la trilogía-documental de Kanye West, me siento lista para una breve reflexión de 1500 palabras sin que nadie me pague por ello. Y no digo digerir de una mala manera, porque no es que no me guste Ye. Ni siquiera me da vergüenza admitir este rasgo de personalidad (pregúntale a mi jefe sobre la conversación que tuvimos en febrero). Las tres películas ni siquiera me hicieron cambiar de opinión sobre él. Lo que sucede precisamente es que nunca había entendido su personalidad y ahora la historia tiene un poco más de sentido.
Empecé a escuchar realmente a Kanye recién en 2018, casi al mismo tiempo del breakdown total, siempre "separando a la persona del artista", y entonces el documental vino a decirme que hacer esta separación no tiene sentido. No dejé de creer que Kanye tiene serios problemas que resolver entre él y su mente, pero comprender cómo todo se movió hacia lo que conocemos hoy en día lo ha humanizado de alguna manera. Misión cumplida, Coodie.
Y bueno, si lo piensas bien, Kanye no fue acusado de asesinato, ni de pedofilia, ni de masturbarse frente a fans, ni de forzar el sexo con camareras. Sus únicos delitos hasta ahora han sido decir una cantidad desproporcionada de estupideces, tener opiniones problemáticas e hincharle las pelotas demasiado a la gente.
Cuando Kanye sacó The College Dropout, su primer disco, lo que más estábamos acostumbrados a escuchar en cuanto a rap era 50 Cent, Ja Rule o Nelly. La estética básicamente consistía en pectorales totalmente expuestos o cubiertos por una tank top ajustada, gorras, collares dorados con colgantes de seis pulgadas y pantalones XL. Las letras que hablaban de mafiosos, proxenetas y que cosificaban a las mujeres eran la norma.
De repente apareció este señor, que hasta ese momento había estado produciendo canciones para Jay Z, Ludacris y otros raperos (y no raperos), hablando de sus dientes con alambre, de que no le importaba lo que dicen los demás, de la muerte, de Jesús, de pedirle a Dios que lo proteja de todo el mal que existe en el mundo. Y literalmente sobre abandonar la universidad, por falta de dinero o simplemente por aversión a ese ambiente elitista.
Hey mama: la influencia de Donda
Con el lanzamiento de sus dos álbumes más recientes, Donda y Donda 2, el resto de la humanidad descubrió que Donda era el nombre de su madre. Mucha gente sabía sobre la importancia de Donda en la vida de Kanye, pero pocos sabían quién era realmente Donda y cómo influyó en Kanye. Hasta que quedamos totalmente hipnotizados por el diálogo madre-hijo capturado brillantemente por Coodie, director de Jeen-Yuhs, a principios de la década de 2000.
Donda le enseñó a volar manteniendo los pies en el suelo y durante mucho tiempo realmente lo hizo. Kanye no dejaba que nadie dijera que no podía, porque sabía que podía. Desde que tenía 20 años, Kanye sabía perfectamente a dónde iba, solo necesitaba encontrar el camino. Tenía tanta fe en su potencial que la arrogancia se convirtió en un rasgo más de su personalidad. Kanye tenía talento y determinación, podía convertirse en un verdadero genio en poco tiempo y lo sabía muy bien. El y Donda. Kanye no tenía dudas sobre quién era y qué podía hacer, y trabajó duro para que el resto del mundo también lo descubriera.
No fue fácil demostrarle al mundo de lo que era capaz. Sus amigos más cercanos lo sabían, Coodie lo sabía. Los músicos con los que Kanye había trabajado como productor no negaban su talento como beatmaker, que fue lo que lo introdujo al rap, pero lo que realmente quería era ser rapero, precisamente por lo que no lo tomaban en serio.
Habían pasado varios años desde que Kanye se mudó de Chicago a Nueva York para ser mucho más que un beatmaker hasta el lanzamiento de su primer disco, en 2004. Después de mucho esfuerzo por conseguir que el sello Roc-A-Fella, cuyo dueño era nadie menos Jay Z, firmara un contrato con Kanye, fue aún más difícil lograr que el disco finalmente saliera.
Como si la burocracia y la falta de voluntad de la discográfica no fueran suficientes para retrasar todo, un accidente automovilístico casi lo mata a Kanye. Fueron meses de recuperación, que incluyeron una serie de cirugías para reconstruir la mandíbula. Ya recuperado, Kanye seguía en la heladera de Roc-A-Fella y el álbum seguía fecha de lanzamiento. No fue hasta que Kanye lanzó el video de Through the Wire, con sus propios recursos y la ayuda de Coodie, quien había estado grabando la vida de Kanye durante algunos años con la idea de lanzar algún día un documental, que el sello finalmente puso una fecha para el lanzamiento.
The College Dropout se llevó el Grammy de mejor álbum de rap de ese año, sorprendiendo a mucha gente, pero nunca al propio Kanye, que ya venía practicando su primer discurso de los Grammy incluso antes de tener un disco o un contrato discográfico.
Cuando Donda murió, en 2007, producto de las secuelas que le habían dejado las distintas cirugías plásticas que se hizo, esa fuerza que lo empujaba hacia arriba, pero que al mismo tiempo lo mantenía en tierra, dejó de existir.
Soberbia vs. desequilibrio mental
Ahora, Kanye estaba completamente convencido de que era una especie de dios y nadie podía retenerlo en la tierra. En el camino, su ego se topó con los primeros signos públicos de problemas psicológicos, más precisamente de trastornos bipolares no medicados por elección, y hasta ahora nadie está seguro de cuándo comienza uno o termina el otro, si se complementan, si son parte de el mismo problema.
A partir de ahí todos nos acostumbramos a un Kanye soberbio y muchas veces insolente y maleducado. Un Kanye que invadía los escenarios para humillar a jóvenes cantantes, un Kanye que decía ser dios sin siquiera reírse al final de la frase. Kanye MAGA (Make America Great Again) fue quizás lo más difícil de tragar para sus fanáticos, pero aún era posible encajar la actitud en algunos de sus trastornos psicológicos. Era la única manera de aceptar a un hombre negro apoyando a Donald Trump.
Al poco tiempo surgieron situaciones cada vez más delicadas. Kanye ya estaba comenzando a actuar como el dios que creía ser, pero la relevancia celestial que creía tener solo existía en su propia cabeza. Cuando se postuló para presidente de Estados Unidos, quedó claro que su relevancia no traspasaba la barrera de la cultura pop. No era dios, no era presidente de los Estados Unidos y nunca lo sería.
A pesar de todo, mientras todos veíamos la triste inestabilidad mental de Kanye, mientras los medios cubrían todas sus crisis, mientras muchos se preocupaban y otros tantos reían, él seguía siendo relevante y lanzando verdaderas obras de arte. My Beautiful Dark Twisted Fantasy, de 2010, sigue siendo considerado uno de los mejores discos de rap del mundo y uno de los mejores discos de todos los géneros lanzados en el siglo XXI.
En 2018, el año en que empecé a prestar más atención a Kanye, él lanzó no solo uno, sino dos álbumes absolutamente geniales: Kids See Ghosts, con el rappero Kid Cudi, e Ye, donde su nuevo nombre se hizo evidente por primera vez.
Era molesto estar constantemente justificando que Kanye, el músico, era increíble y que Kanye, la persona, no tenía nada que ver con eso (aunque obviamente tenía). Hasta que de repente, incluso su esposa no pudo soportarlo más. Kim Kardashian, la madre de sus cuatro hijos, el alma benévola que estuvo a su lado en los momentos más disparatados, finalmente pidió el divorcio. Kim Kardashian definitivamente no sería la mujer que soportaría sus ataques de "dios en la tierra" por mucho tiempo. Kim es Kim. Todos sabemos quién es ella, cómo siempre le gustó aparecer y cómo se hizo famosa. De pronto, aquella mujer libre, autosuficiente y voluptuosa estaba casada con una especie de pastor, que hablaba sólo de Jesús y lideraba un culto dominical. No tenía ningún sentido.
Kanye nunca dejó de actuar como si fuera una especie de Jesús moderno. Hizo la vida de su ex esposa bastante difícil, resistiéndose a conceder el divorcio tanto como pudo. Ye humilló una y otra vez públicamente a Kim y también a su nuevo novio, el comediante Pete Davidson.
¿Genio incomprendido?
Desde entonces, Kanye viene interpretando públicamente papeles tan lamentables que no dejan de dar lástima. La misma lástima que sentimos cuando miramos el documental y vemos lo duro que trabajó y todo lo que hizo para ser tomado en serio como rapero.
Kanye se cree dios, pero no tiene poder ni siquiera sobre sí mismo. Tal vez sea incluso el infame genio incomprendido, pero lo triste es que para muchos él dejará este mundo no como el talentoso artista que revolucionó el rap, que lanzó discos icónicos y que colecciona premios Grammy, sino como el rapero desquiciado que pocas personas llevan en serio, que algunos sienten pena y del cual gran parte se ríe.
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