Diario de la primera semana de cuarentena

Día 1. ¿Día 1 de qué? Fui a trabajar, la ciudad estaba funcionando normalmente, así como los colectivos, que estaban llenos y con todas las ventanas cerradas, vida normal, quizás con un poco de tensión en el aire. Mañana empezamos a hacer home office. Fui al pilates, pues <bolsonaro> una gripecita no me va a matar </bolsonaro>. Ah, sí, eso quiere decir que estoy cumpliendo una promesa de año nuevo. O estaba, ¿no es así, COVID-19?

Día 2. Hoy llovió y me quedé todo el día en casa. Javi también. Estábamos haciendo dieta, pero decidimos mandar todo un poco a la mierda - un poco, no totalmente - e hicimos una tortita de manzana con harina integral, reducida en azúcar. Aparentemente el pilates sigue normalmente, pero hoy no voy.

Día 3. Ya no llueve más, hay sol y quedó torta de manzana de ayer. Después de las 18hs llevé la ropa al lavadero y aproveché para pasar por el supermercado. Varias sorpresas por el camino. Yo creía que las calles estaban vacías, desde mi balcón no se veía mucha gente caminando. Qué gran equívoco. Estaba todo normal. Señoras, niños, perros, gente mayor sonando la nariz. En el supermercado, sin embargo, góndolas vacías. No entendí. ¿Es es el apocalipsis o la vida sigue normalmente? ¿Será que las personas que están en la calle son las mismas que  se compran 12 kilos de arroz y 48 rollos de papel higiénico? Queda la duda. Estuve hasta las diez de la noche haciendo una torta para el cumple de Javi, pero quedó estéticamente fea, por lo que no subiré stories. 

Día 4. Después de las 12 le di a Javi sus regalos. Un libro, una remera de Andre 300 y  una taza mágica de que le hizo reír por varios minutos. El desayuno fue la torta, que más allá de lucir medio fea, estaba muy rica. El pilates se canceló hasta el 30 de marzo. Ya veremos. Estoy haciendo un poco de ejercicios en casa, pero con todo lo que estoy comiendo, no sé qué pasará. Hoy me cambié de pijama. Fuimos al supermercado y hoy sí se notaba un clima más apocalíptico, había colas afuera de todas las farmacias y lugares que venden comida. Pedimos sushi mientras Alberto Fernández anunciaba la cuarentena obligatoria.

Día 6. Oquei. No puedo más con este dolor en el hombro (¿espalda?, ¿cuello?). Fui a la farmacia a comprarme una pomada y aproveché ya estaba expuesta al coronavirus y compré algunas cosas más que faltaban en casa. Colas en la vereda. La pomada, para mi no-sorpresa, no funcionó un carajo. Como probablemente ya había contraído el virus en mi salida matinal, decidí ir a la guardia. Si, lo sé, excelente idea ir a un hospital en medio a una pandemia, pero ya no sabía más que hacer. Y, por lo que pude notar, el médico tampoco. Él movía mi brazo de varias maneras que NO me dolían y al final me dio una receta de una pastilla muy parecida a la que yo venía tomando y recomendó ponerme hielo. Salí de la guardia, quizás AHORA SÍ con coronavirus, lamentando el tiempo perdido. En casa, decidí seguir su estúpida sugerencia. Bueno, al final no era tan estúpida y el dolor se me pasó un 90%.

Día 7. ¿Qué día es hoy? Está medio que todo igual. Ayer era sábado y me olvidé de regar las plantas porque no me había dado cuenta de que era sábado - día de regar las plantas. Mañana y el martes es feriado y teníamos un departamento reservado y pasajes para ir a Mar del Plata. Finalmente iba a conocer la costa argentina. Estoy deprimida. Aproveché que mi hombro (¿espalda?, ¿cuello?) no me dolió hoy y limpié la casa, hice pan de hamburguesa y practiqué un poco de piano. Creo que voy a empezar a tomar clases con un profesor que vive en mi mismo edifício, ¿no es hermoso? Puedo ir en pantuflas. Hace tres meses que dejé mi ex-profesora y me siento un poco estancada. 

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